44.
El frío del metal en mi sien era la sensación más real que había tenido en toda mi vida. Estaba esperando el sonido final, el que pondría fin a la farsa de mi existencia. En ese momentor estaba en la cima del pánico, mi mente se había rendido.
Pero el final no llegó.
En lugar del disparo, escuché una risa. Fuerte, seca y completamente desquiciada.
De la nada, ese hombre se ríe. Dio un paso atrás, se enderezó y, con un movimiento casual, avienta el arma hacia uno de sus hombres restantes. La pistola aterrizó con un ruido sordo.
— ¡Limpien ese desastre! ¡Y a estos inútiles! — ordenó, señalando los cuerpos con un gesto de repugnancia. Luego me miró, la sonrisa macabra aún pegada a su rostro.
— Relájate, Amber Falcó — dijo, sonando extrañamente magnánimo —. Ya he visto demasiada sangre por hoy. No te asustes, no voy a desperdiciar una bala en un error.
Sentí mis músculos aflojarse con un alivio tan intenso que me dolía. Estaba viva.
— No te preocupes. Cuando paguen por ti serás libre. A f