CAPÍTULO 92: INTENTO DE NORMALIDAD
Elena
Salgo de la comisaría con la luz del mediodía pegándome en la cara. Respiro hondo y me repito que ya pasó, que estoy afuera y mis hijos me esperan. Mientras camino siento que llevo dos mundos a cuestas: los mellizos y la vida nueva que late por dentro.
Llego a la casa de mis tíos y toco dos veces. Mi tía abre de inmediato, me abraza fuerte y me mete sin preguntas. El olor a sopa me golpea el hambre atrasada. Mis niños se asoman desde el pasillo con ojos redondos.
—¿Dónde estabas, mami? —pregunta Lía, la primera en llegar.
—Tuve que hacer una diligencia —respondo suave, la palabra más neutra que encuentro—. Ya estoy aquí.
Los dos se me cuelgan al cuello. Les beso, les acaricio el cabello y los miro uno por uno para grabarme su calma. No les digo nada más, no quiero poner imágenes feas en sus cabezas. Los llevo al cuarto, los dejo con los bloques y regreso a la sala.
Necesito empezar a arreglar pedazos. Saco el teléfono. Busco el número de mi exj