CAPÍTULO 50: LA CASA Y LA MENTIRA

CAPÍTULO 50: LA CASA Y LA MENTIRA

Elena

Me ducho con agua tibia intentando borrar de la piel lo que no puedo sacar de la cabeza: sus manos, mi risa tonta, la arena pegándose donde no debía, su voz grave al oído. Le dije que sentía todo y ahora… ahora todo me pesa.

Lía dibuja en la mesa mientras Nico arma una pista imposible con sus carritos. Yo hago café y trato de que la cocina huela a algo más que remordimiento. La taza tiembla apenas cuando la poso en la repisa de la cocina. No quiero pensar; me repito que lo de anoche fue un accidente mezclado con la luna y el alcohol. Lo repito hasta que suena el timbre.

El golpe de realidad cae como una puerta pesada.

—Mamá, ¿quién es? —pregunta Lía, levantando la cabeza.

—No sé —miento.

Abro y Jacob ocupa el marco con su presencia de siempre, esa que no pide permiso. Nos miramos un segundo que se hace demasiado largo.

—No entres —le digo bajito.

—Vengo por los tres —responde sin apartar la vista—. Vamos a dar una vuelta.

—No —se me corta la voz
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