CAPÍTULO 37: PUERTA DE EMBARQUE
Elena
Sostengo la mano de Lia con la izquierda y arrastro la maleta con la derecha; Nico va adelante con su mochila azul rebotándole contra la espalda como si tuviera un motor propio. Respiro por la nariz, hondo, como si pudiera ordenar con el aire todo lo que adentro se me desordena.
—Mami, ¿falta mucho? —pregunta Lia, apretando mi dedo con los suyos.
—Un poquito —miento—. Ya casi, amor.
Las pantallas arriba anuncian nuestro vuelo en letras blancas. Boston—Miami. “En horario”. Quiero sentir alivio, pero lo que siento es un nudo. Cada paso me pesa como si cargara barro en los zapatos. “Hazlo por ellos”, me repito. Nico necesita estabilidad, control, médicos que lo conozcan; necesita que su madre no tiemble.
Llegamos a la fila del control de seguridad. Nico suelta un “¡guau!” al ver las bandejas grises; él cree que todo es un juego si yo le sonrío.
—Zapaticos en la bandeja, capitán —le digo, tratando de sonar ligera.
—¡A la orden! —responde, y sus zapati