CAPÍTULO 15: EL REGRESO OBLIGADO
Elena
Es de madrugada y estoy sentada en una silla de plástico al pie de la camilla, con la mano de Nico atrapada en la mía. Su piel está caliente, pero ya no arde como hace unas horas; la fiebre cede, el monitor pita con ritmo dócil y el suero le cae a goteos lentos. En la otra camita, Lia se durmió hecha un ovillo, con la sudadera de unicornio de siempre y los rizos pegados a la frente por el sudor; Lucía le pasó una frazada y se quedó en un sillón, vigilando con los ojos entrecerrados.
El neuropediatra regresa cuando el cielo empieza a palidecer tras los ventanales. Tiene el cansancio pegado al rostro, pero su voz es cálida.
—Mamá de Nico —me dice, y yo me pongo de pie tan rápido que la silla raspa el piso—. Ya tenemos una orientación más clara. Las convulsiones que presentó fueron crisis febriles complejas. La evaluación neurológica y el electroencefalograma sugieren epilepsia infantil postinfecciosa. No es infrecuente a esta edad, y podemos control