Salvador
No estoy seguro de cómo diablos estoy manejando.
Desde que Marina bajó las escaleras, siento que mi cerebro funciona con un retardo absurdo y mi corazón está en huelga de cordura. Está radiante. Más que eso. Es hermosa, como una imagen que podría haber soñado y que ahora tengo frente a mí, respirando, sonriendo, mirándome como si este momento fuera solo nuestro.
Estoy completamente jodido.
Mientras manejamos en silencio, mi mano izquierda sigue envuelta con la suya. La acaricio con el pulgar de forma distraída, pero cada roce me quema, me sacude.
Tampoco puedo evitar que cada tanto mis ojos se desvíen hacia ella y me gusta descubrir que no soy el único dando miradas, pues ella tampoco ha despegado sus ojos de mí.
Cuando vuelvo a darle una repasada mis ojos se topan con los suyos y ella eleva una de sus cejas en mi dirección.
—Mirada al frente, vaquero, porque si nos accidentamos vas a perder puntos.
No puedo evitar sonreír porque todo el tema del sistema de puntos me parece de