Daniel
El dolor es lo primero que siento cuándo despierto, y aunque lo que más quiero es poder descansar y olvidarme de toda la pesadilla que han sido estos meses, no lo consigo.
No puedo dormir. Ni cerrar los ojos sin que todo vuelva.
Los golpes. La sangre. Las palabras de mi padre retumbando en mi cabeza como un eco maldito. Las manos de Marina temblando mientras me abrazaba. El disparo que casi mata a Salvador. El arma en mis manos. La sensación de estar al borde de perderlo todo otra vez.
Estoy despierto desde hace horas en esta habitación blanca del hospital. Me conectaron a suero, me dieron medicamentos, me preguntaron cosas. La mayoría de esas preguntas no las supe responder.
O no quise. Porque cada vez que me piden que recuerde, también tengo que recordar mi culpa.
Y no puedo con eso.
Mi hermana está viva. Joaquín también. Pero yo no. O al menos no siento que lo esté.
Fui yo quien metió la pata desde el principio.
Fui yo quien creyó en promesas vacías de un “trabajo estable”.