Marina
Finalmente parece que la pesadilla ha terminado.
Siento mis extremidades pesadas, el cuerpo adolorido, la cabeza me palpita y el corazón me está latiendo con tanta intensidad que puedo sentir el sonido vibrando en mis oídos.
Es como estar atascada en un mal sueño y luchar para despertar y cuándo lo haces sientes las mismas sensaciones de cuando estabas dormida.
Es horrible.
Y lo peor de todo es que nada más avanzar para salir de este lugar, Daniel se desplomó por completo en el suelo y tuve que ver como lo levantaban en brazos mientras yo gritaba por ayuda.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que salimos de esa casa, pero aún siento el eco de los disparos rebotando en mis oídos. El caos, el miedo, la sangre… Salvador.
Y ese es otro punto demasiado difícil de asimilar, verlo a él, ahí.
Todo fue tan rápido y, al mismo tiempo, tan eterno.
El brazo de Salvador no se ha separado del mío en ningún momento. Siento su calor, su fuerza, su presencia tan cerca que todavía me cuesta creer