Enzo
La noche es un manto roto, astillado por la luz de una luna que no merece mi atención. Salgo de la manada de Thorne con el sabor de la ira en la lengua, mis pasos silenciosos sobre la tierra húmeda, cada uno un eco de mi desprecio. Esa cena fue un circo, un desfile de lobos engreídos y sus rituales patéticos, pero lo que me quema es esa Omega, Lois, con sus dedos torpes rozando la piedra de mi collar. La lancé contra la pared, sí, y el crujido de sus huesos fue música, pero no suficiente. No cuando Aidan sigue suelto, un espectro que se burla de mí, y esa piedra… esa maldita piedra que no debería haber sentido su toque.
El bosque se cierra a mi alrededor, los árboles como centinelas inútiles que no ocultan nada de mi furia. Los lobos de Thorne no encontrarán a Aidan. Son torpes, confiados, atados a sus códigos de honor que apestan a estiércol. No confío en ellos, en esos malditos perros que se creen reyes. Mi destino no es quedarme quieto, esperando que fallen. No. Yo cazo. Siemp