—¿Qué haremos? —fue lo primero que pregunté.
Donovan me miró con intensidad, dejando en claro sus sentimientos. Rabia, enojo, traición. También una inmensa tristeza.
Podíamos crearnos una armadura. Usarla cada día con mucho orgullo. Creemos, ilusamente, que eso bastará para protegernos de cualquier daño que venga en nuestra dirección.
Pero hay armas que pueden traspasar armaduras.
Para Donovan, eso era que su propia madre hubiera actuado a sus espaldas, hiriendo no solo a mi hermano menor en el camino.
—No creo que ella fuera la mente maestra detrás de eso, Juliette. Mi madre es una imbécil, pero no es tan inteligente.
Más que defenderla, parecía un insulto por sí solo. Yo me abstuve de opinar, porque, aunque había conocido a su madre en el banquete, no era suficiente para hablar sobre su carácter o inteligencia.
—¿Tu abuelo? —sugerí en cambio.
Algo me dijo que di en el clavo exacto.
—¿Por qué? —pregunté en un susurro.
—¿Sabías que los vampiros tienen un juramento de lealtad? —dijo en