Reí por lo bajo cuando noté que Marilyn se puso visiblemente nerviosa al notar que el monarca estaba frente a ella. Comenzó a fingir que arreglaba las cosas en la cocina, mientras le huía a su mirada.
—No, aún me quedan un par de preguntas más —respondí con naturalidad.
Marilyn intentó hacerme una seña para que dejara esa actitud, lo que me hizo sonreír. Aún no me volteaba verlo, pero no me hacía falta para saber que su expresión no debía ser amigable.
Sin embargo, ya no le tenía miedo.
—¿Desde cuándo crees que tienes el derecho a responderme así?
—Desde que pusiste tus manos sobre mi culo y tus colmillos en mi cuello.
Mi respuesta provocó que una carcajada brotara de su garganta. Lo miré de reojo cuando noté que se acercó a la encimera, tomando una de las manzanas que estaba a mi lado. Su actitud despreocupada logró que la chica frente a mí lograra respirar de nuevo con normalidad.
Pobrecilla, debía ser difícil para ella ver al hombre que le salvó la vida y siempre le inspiró respeto