—Juliette —lo escuché llamarme, justo cuando estaba a punto de salir.
El gran salón era inmenso, por lo que su voz se escuchó con fuerza incluso cuando solo fue un susurro. Le dediqué una mala mirada, a lo que él sonrió con un poco de vergüenza.
—¿Sí? —respondí, dudosa.
Camille se había marchado, murmurando que iba a dejar a los tortolitos solos, pero prometiendo pasar el rato conmigo luego. No sabía si eso era una promesa o una especie de amenaza, pero igual me sentía ansiosa.
No confiaba en ella. Pero tampoco podía decir que desconfiaba. Era como si Camille se saliera de los estándares. No podía leerla, ni entender sus verdaderas intenciones.
Parecía peligrosa. Tanto para mí como para mis hermanos.
Pero a la vez...
A la vez se veía tan solitaria que no podía evitar intentar darle una oportunidad. Solo una.
Porque algo me decía que todo el cuento sobre ella siendo preparada toda su vida para ocupar el trono no era solo una mentira o algo que se inventó de un momento a otro. Fácilment