No lo pensé dos veces.
Salí del bar sin siquiera dar aviso de que algo estaba pasando, apenas y dejando el delantal en algún lugar cercano a la puerta. Rick intentó preguntarme si todo estaba bien, tomándome del brazo. Ni siquiera le dije nada, pero pareció entender que algo malo estaba pasando, pues me dejó ir sin hacerme más preguntas. No tuve tiempo de agarrar el gas pimienta, ni siquiera de quitarme el uniforme.
Tenía que llegar con mis hermanos. No me llamarían si solo estuvieran jugando a las luchas. No. Algo estaba sucediendo y yo necesitaba llegar hasta ellos.
Mientras caminaba a pasos agigantados, casi corriendo, a mitad de la aterradora noche, solo pensaba y rogaba porque estuvieran bien.
Mis hermanos tenían que estar bien.
Intenté controlar mi respiración, el golpeteo de mi corazón contra mi caja torácica. El pánico se encontraba en mis venas, corriendo a través de mi sangre. Mi cabeza dolió y mis extremidades se sentían como si estuvieran congeladas, pero no me detuve.
Pas