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Capítulo 38: Sombras del deseo

Noah le hizo un gesto amable a Angelica, alejándose un poco de ella. Miro a Valeria, tratando de mantener su postura.

—¿Lista? —preguntó él, forzando un tono neutro.

Ella no respondió. Solo lo sostuvo con la mirada, tratando de ocultar lo que hervía en su pecho.

—Valeria, felicidades de nuevo —intervino Angélica, con esa sonrisa impecable que escondía veneno—. Ya me retiro.

Le lanzó un guiño

—Me saludas a Emilio. —Añadió.

El calor le subió a las mejillas y las orejas le ardieron, aunque por fuera sonrió con una calma impecable.

Angélica no se detuvo allí. Se volvió hacia Noah, le tendió la mano con delicadeza exagerada y, al estrecharla, le susurró casi en confidencia.

—Piensa en lo que te dije. De todas formas, sé dónde encontrarte.

La sangre de Noah se heló. Esa frase era suficiente para confirmar que no solo lo había investigado como Alessandro Strozzi, sino también como Noah Priego. Estaba dejándole claro que no pensaba soltarlo.

Maldijo por dentro. Disimuló otra sonrisa educada
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