El cristal brillaba incluso bajo la manta.
AilĂ©n lo guardaba junto a su pecho, atado con una tira de tela. Desde que lo trajo del claro, sentĂa que algo dentro de ella se habĂa ajustado, como si antes caminara con un paso fuera de ritmo⊠y ahora el bosque latiera al compĂĄs de su respiraciĂłn.
Pero no todo estaba en armonĂa.
Kaor llevaba tres dĂas sin dormir bien. Sudaba en las noches. Su marca brillaba por momentos con un rojo oscuro que se apagaba solo al contacto de ella. No lo decĂa, pero AilĂ©n lo veĂa: estaba luchando por no perderse.
Y aunque intentaba mantenerse fuerte, sus ojos⊠se nublaban mås a menudo.
âDĂ©jame ver âdijo AilĂ©n suavemente, acercĂĄndose a Ă©l.
Kaor suspirĂł, resignado.
Se quitĂł la camisa. La marca en su pecho habĂa cambiado: ya no era solo una mancha oscura, sino que habĂa empezado a ramificarse. Como si se extendiera por su piel buscando algo. O alguien.
âNo duele âmintiĂł.
Ailén lo miró con los labios apretados.
âEso es mentira. Tienes la mandĂbula tensa desde anoc