Eva fue la primera en romper el silencio.
—Esto… esto no debió pasar.
Luca apoyó la frente contra la suya, aún jadeando.
—Claro que debió pasar. Llevamos demasiado tiempo negándolo.
Ella cerró los ojos, intentando recuperar el control. Su corazón latía como un caballo desbocado. Sabía que tenía razón, pero admitirlo sería rendirse a algo que aún le asustaba.
—No podemos —susurró, apartándose con un gesto brusco—. No ahora.
Él la observó con una mezcla de frustración y ternura.
—Tal vez no quieras aceptarlo, Eva, pero ya cruzamos un límite. Y no hay vuelta atrás.
La tensión permaneció entre ellos durante todo el trayecto final hasta el rancho. Esta vez, no hubo gritos ni reproches, solo un silencio cargado de lo que no se habían atrevido a decir. Ambos sabían que lo ocurrido cambiaría todo, que ya no podían seguir fingiendo que eran simples aliados en una investigación peligrosa.
El rancho apareció a lo lejos, iluminado por la luz cálida de las lámparas en el porche. Pero para Eva y Lu