CAPITULO 21

La casa de Santiago Durán estaba construida como una fortaleza. No era ostentosa, pero cada detalle hablaba de estrategia militar: rejas reforzadas, cámaras en cada ángulo, puertas metálicas que se cerraban con doble seguro. Para Eva, acostumbrada a las redacciones llenas de ruido y a los cafés abarrotados de periodistas, el lugar tenía algo de claustrofóbico.

Esa primera noche apenas logró dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía las luces de la camioneta negra en el estacionamiento del motel, escuchaba los golpes en la puerta, los pasos acercándose. Despertaba con la respiración agitada y el corazón latiendo como un tambor.

Luca estaba en la habitación contigua, aunque Eva sabía que había pasado buena parte de la madrugada revisando el perímetro junto a los hombres de Santiago. No descansaba: era como si necesitara estar en movimiento para mantener a raya el miedo.

Al amanecer, el olor a café la atrajo hasta la cocina. Allí encontró a Briggs sentado con Santiago, discutiendo sobr
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