Capítulo — Entre sombras y promesas
(Punto de vista: Sofía Rojas)
El pasillo del hospital era un mar congelado. Nadie hablaba fuerte, nadie se movía sin medir el paso. La tensión se respiraba como un humo espeso que se metía en la piel. Yo tenía las manos entumecidas, el corazón galopando, el cuerpo rendido de tanto esperar. Cada vez que se abría una puerta, que sonaba un teléfono, que pasaba una camilla, la esperanza y el miedo se encendían al mismo tiempo.
Fue en ese clima cuando apareció Fabián Castell. Su figura llenó el pasillo como si trajera consigo el eco de algo que todos temíamos escuchar. El traje arrugado, la corbata torcida, el rostro cansado y duro. Se detuvo frente a nosotros, respiró hondo y habló sin adornos:
—No han podido dar con el paradero de Valeria. Revisaron la casa de la tía, hicieron operativos en tres direcciones más… nada. Es como si la tierra misma se la hubiera tragado.
El silencio fue inmediato, brutal. Isabel apretó los labios hasta ponerse blanca. Adri