Capítulo 28 – El Silencio que Abraza
Sofía sonrió apenas, agradecida por esa sinceridad sin filtros que solo Liliana sabía tener.
—No estoy bien —admitió—. Pero estoy enfocada. Y eso me salva un poquito cada día.
Sobre la mesa, una bandeja bien dispuesta se mantenía casi intacta. Panes tibios, frutas cortadas con precisión, jugo natural, y la inevitable flor blanca en el centro. El desayuno había llegado, como todos los días a las ocho en punto. Y, como cada mañana, con una pequeña tarjeta escrita a mano:
“Buen día, Sofía.
Espero que hayas dormido bien.
Si necesitás algo, cualquier cosa, sabés que estoy.
—A.”
Lili la miró mientras recogía la bandeja vacía de la noche anterior.
—¿Hoy también hubo tarjetita?
—Sí —dijo Sofía, sin mirarla, mientras tomaba la taza—. Siempre la hay.
Lili no dijo nada, pero su mirada fue elocuente. Había aprendido a no opinar. Ya no. El corazón de Sofía estaba en guerra, y cualquier palabra mal dicha podía ser una granada a punto de expl