CAPÍTULO — ENTRE NERVIOS, MIRADAS… Y PIEL DE FAMILIA
La casa de Martina estaba lleno de ese tipo de vida que no se puede fingir: una vida que llora, que ríe, que pide pañales a los gritos desde otro cuarto y que huele a café recién hecho mezclado con jabón de bebé, a ropa limpia doblada de apuro y a nervios conteniditos que vibraban en el aire como un zumbido dulce.
Liam lloraba con una vocecita suave pero firme, como si ya supiera que el mundo respondía cuando él lo llamaba, y Olivia iba y venía entre habitaciones con una energía que desafiaba cualquier edad, sosteniendo mamaderas, acomodando mantas y sonriendo como si aquel pequeño hombrecito chiquito fuera, de verdad, el centro del universo.
Y en medio de todo eso… estaba Ayden.
Con el bebé en brazos.
Sosteniendo ese cuerpito tibio con la misma torpeza reverente con la que se sostiene algo precioso que uno siente que no merece del todo, observando a Elián como si cada movimiento suyo fuera una lección secreta que no figurab