Capítulo — Entre almohadas y promesas
  Los primeros días con Mía fueron un huracán de ternura y desvelo. Sofía se sentía como si hubiera corrido una maratón sin haber entrenado: feliz, agotada, con esa mezcla de dolor dulce que solo conocen las madres recién paridas.
  En la habitación, la rutina era simple pero intensa: dar de mamar, cambiar pañales, controlar el sueño de Ayden, y todo con el cuerpo todavía sensible.
  —Yo te juro que me siento como una momia —confesó Sofía, recostada de costado, rodeada de almohadas como si fueran barricadas—. Me muevo dos centímetros y parece que corrí la San Fernando.
  Adrián, sentado al borde de la cama, le sonrió con ternura.
  —Vos sos mi heroína, Sofi. Yo no sé cómo hacen ustedes.
  Ella lo miró con picardía, los labios curvándose en una sonrisa cansada.
  —Bueno, ahora dicen que la moda es que al padre también le corten algo, para que sienta lo que pasamos nosotras.
  Adrián levantó las cejas, sorprendido.
  —¿Cómo que la moda?
  —Sí, vis