Capítulo — La espera del milagro
La mañana del lunes amaneció gris sobre Montevideo. El cielo estaba cubierto de nubes bajas, sin lluvia, pero con ese aire espeso que parece aplastar la paciencia de quienes esperan demasiado. En la casa, Sofía iba y venía como un fantasma. Se detenía frente a la computadora, refrescaba el correo electrónico una y otra vez, revisaba el WhatsApp, actualizaba. Nada.
El reloj marcaba las diez y media, y las horas se volvían de plomo. Ayden balbuceaba en la manta, agitando los bracitos, ajeno a la angustia que llenaba el ambiente. Su manito alcanzó la muñeca de su madre, y Sofía lo alzó contra el pecho, besándole la frente con un suspiro.
—No puedo seguir así, mi amor… —susurró, con la voz quebrada.
El teléfono sonó en la mesa. Era Isabel.
—Hija, prepará un postre, distraete un rato —le aconsejó con cariño—. Venite al jardín, almorcemos acá. El tiempo va a pasar más rápido.
—No puedo, Isa… —respondió Sofía, con un hilo de voz—. No puedo pensar en otra cosa