Eran las seis de la mañana. Lilian abrió los ojos lentamente, aún un poco confundida. Por un momento olvidó dónde estaba, hasta que vio a Gabriel y Aurora dormidos a su lado, con esos rostros tranquilos de pequeños ángeles.
Sonrió suavemente y se incorporó despacio para no despertarlos. Estaba a punto de levantarse cuando escuchó unos golpecitos suaves en la puerta.
—Adelante —susurró.
La puerta se abrió, y apareció Daryl con ropa casual y dos tazas en las manos.
—Buenos días —saludó con una sonrisa amable—. Café para ti, y leche caliente para Gabriel y Aurora cuando despierten.
Lilian le devolvió la sonrisa.
—Gracias, Daryl. Perdón por molestarte tan temprano.
Daryl se encogió de hombros con gesto tranquilo.
—No es ninguna molestia. De verdad, no me importa en absoluto.
Lilian tomó la taza, inhalando el aroma del café caliente.
—Pero después del desayuno tengo que irme —dijo con suavidad—. Quiero llevar a Gabriel al jardín de infancia y todavía tengo trabajo pendiente en la oficina.