De vez en cuando, Daryl lanzaba una mirada a Lilian, sentada en el asiento del copiloto. El rostro de la mujer parecía más sereno, aunque en sus ojos aún quedaba el rastro del sobresalto reciente.
Pasaron varios minutos en silencio. Solo se escuchaban el motor y el murmullo del tráfico de la ciudad. Finalmente, Daryl carraspeó suavemente, intentando romper la quietud.
—Lilian —su voz era baja pero firme—, ¿puedo preguntarte algo?
Ella lo miró, un tanto intrigada.
—Claro. ¿Qué sucede?
Daryl le dirigió una rápida mirada antes de volver a fijar la vista en la carretera.
—Sobre la boda de tu exmarido… Sé que ya has decidido asistir. Pero, ¿qué te parecería si yo te acompañara? Me refiero… como tu pareja.
La pregunta dejó a Lilian en silencio durante unos segundos. Su mirada permaneció fija al frente, intentando asimilar el sentido de aquellas palabras. Su corazón dio un vuelco, no por sorpresa, sino por la calidez que, de pronto, la envolvió. No necesitó mucho tiempo para responder.
—Sí,