[ALYA]
El aire en la oficina está cargado, pesado, lleno de todas las palabras que no nos atrevimos a decir y los recuerdos que nos golpean sin piedad. Mientras Zaed se ajusta la chaqueta, su mirada no se despega de la mía, intensa, como si quisiera atravesarme el alma.
—Alya… —susurra, y mi corazón se estremece ante la urgencia en su voz—. Esta noche… no te vayas. No nos separemos. Olvidémonos de todo por unas horas. Como antes… como cuando éramos solo nosotros y el mundo no podía tocarnos.
Mi pecho se contrae, atrapado entre la culpa y el deseo. Samuel, la boda, mi promesa silenciosa de continuar con mi vida… todo pesa sobre mí, y sin embargo, hay algo en su mirada que me hace temblar: la verdad pura de lo que sentimos, la fuerza que nunca se apagó.
—Zaed… —tartamudeo, la voz temblando—. No sé si… si deberíamos. Es demasiado complicado… —mi cuerpo tiembla, no solo por el miedo, sino por el recuerdo de la pasión que nos consumió—. Hay… cosas que no puedo ignorar.
Él da un paso hacia