Capítulo 3
El día del cumpleaños, toda la villa de la familia Herrera estaba llena de luces. La fiesta que preparé para Paloma, desde la decoración hasta la comida y las bebidas, salió impecable y con mucho lujo.

Los invitados fueron llegando uno tras otro, diciendo que yo era muy buena por haber organizado algo tan grande para una huérfana que solo estaba en mi casa temporalmente, e incluso por reconocerla como mi hermana.

Con amabilidad, propuse que Nicolás invitara a Paloma a bailar.

—Hoy Paloma es la protagonista. El primer vals debe bailarlo ella.

Al poco tiempo, llegó la hora de los regalos. Delante de todos, Nicolás le dio a Paloma todo un jardín de rosas. Era el más grande de la Tribu Fuegoluna, que en el pasado le había dado grandes beneficios a la familia de Nicolás.

Los invitados empezaron a mirar a Paloma de otra forma, entendiendo que para Nicolás no era solo una huérfana que se quedaba en su casa ni una hermana adoptiva. Yo no dije nada, solo sonreí y le entregué a Paloma una caja que tenía junto a mí.

—¡Feliz cumpleaños!

Le había dado una pulsera fina, muy costosa aun siendo de una subasta. No era tan espectacular como el regalo de Nicolás, pero sí algo bonito y seguro.

Pero cuando Paloma abrió la caja toda emocionada, de repente una serpiente venenosa se le tiró a atacarla. Ella gritó y se echó para atrás. Nicolás reaccionó rápido y apartó a la serpiente de un golpe. Ella, con las manos en su vientre, me miró con debilidad.

—Aitana, ¿qué querías hacerme…?

Nicolás la alzó en sus brazos y me miró con una rabia que me dejó paralizada.

—Aitana, pensé que como te habías ofrecido a preparar la fiesta para Paloma, por fin habías madurado. Pero era solo una excusa para lastimarla. ¡Me has decepcionado mucho! Si le pasa algo al bebé de Paloma, no te lo voy a perdonar nunca.

“Pero... ¡yo no fui! Dentro había una pulsera de rubí, ¿cómo pudo convertirse en una serpiente venenosa?“. Me quedé impactada, pensando en cómo explicarlo, cuando de repente sentí un dolor fuerte en la mano. La serpiente se me había acercado sin darme cuenta y me mordió justo en la palma. De inmediato, me empecé a marear. Nicolás ni siquiera me miró. Aun enojado conmigo, cargó a Paloma y salió del lugar rápido.

—¡Dios mío, Aitana, te mordió! ¡Esa serpiente es venenosa! —gritó alguien.

Al ver la serpiente en mi mano, varios se me acercaron rápido para llevarme al hospital. Para cuando llegamos, toda la palma de mi mano estaba negra. Una enfermera, sin saber qué hacer, murmuró:

—El señor Nicolás llamó a todos los médicos del hospital para atender a Paloma, así que no hay nadie que pueda venir a tratarte.

Tirada en la cama, sin poder moverme, sentí cómo las lágrimas bajaban por mis mejillas y caían sobre las sábanas blancas.

Estaba tan pendiente de Paloma que ni siquiera se dio cuenta de que una serpiente me había mordido. Antes, aunque solo me hiciera un rasguño, se ponía nervioso y me llevaba al hospital para un chequeo completo.

¿Y ahora? Solo le prestaba atención a Paloma. Incluso había hecho que todos los médicos la atendieran a ella y a nadie más. La cabeza me pesaba más y más, hasta que caí en un sueño profundo. Cuando desperté, ya habían pasado dos días.

Saqué mi teléfono. La pantalla estaba vacía: ni un mensaje de Nicolás. Antes, si no sabía de mí en dos horas, me llamaba una y otra vez. Ahora, había estado dos días en coma y ni siquiera preguntó por mí.

Respiré hondo y puse el teléfono a un lado con cuidado. Ya no le importaba. Al día siguiente terminaría nuestra relación y yo dejaría para siempre la Tribu Fuegoluna. No volvería a ver a Nicolás.

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