Capítulo 8
Después de deshacerse de Paloma, Nicolás se quedó parado en la sala, con la mirada perdida. No tenía ni idea de dónde podía encontrarme... Yo era huérfana, sin padres ni familia, y él no quería imaginar cómo me las arreglaría después de irme de la tribu.

Miró a su alrededor y, por primera vez, sintió su casa vacía y extraña.

Paloma había hecho y deshecho a su antojo: cambió la alfombra por una rosada porque era su color favorito, quitó la cortina de flecos que yo adoraba y puso una de gasa diciendo que los flecos eran feos, y hasta mandó fundir la escultura de lobo de plata que yo había hecho para él y la convirtió en unos adornitos pequeños.

Sin darse cuenta, en la villa ya no quedaba ni rastro mío y las cosas de Paloma estaban por todas partes, como si ella fuera la verdadera dueña de la casa. ¿Por qué no se había dado cuenta antes? Incluso se había sentido orgulloso de que Paloma y yo pudiéramos convivir en paz.

Sin embargo, había ignorado por completo mis sentimientos. El dolor en
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