Tadeo y yo empezamos a viajar juntos y recorrimos muchos lugares. Dos años después, llegamos a la Tribu Fuegoluna y ahí nos encontramos otra vez con Nicolás. Él estaba vuelto nada. Cuando me vio, ya no estaba tan alterado como antes, solo me saludó con calma:
—Aitana, cuánto tiempo… Y él es… —dijo, mirando a Tadeo. Abrió la boca como para preguntar algo, pero no le salieron las palabras.
Yo, sin darle vueltas al asunto, tomé la mano de Tadeo y le mostré nuestros anillos de matrimonio.
—Tadeo es mi pareja. —Luego lo presenté—: Él es Nicolás, es el Alfa de la Tribu Fuegoluna.
Pero en ese momento la luz de sus ojos se apagó y me interrumpió con voz ronca.
—No… ya no soy el Alfa.
Me enteré de que le había dado el titulo a su hermano y que ahora Nicolás vagaba por ahí, solitario. Asentí, sin mostrar interés por su situación, y estaba a punto de llevarme a Tadeo cuando me dijo:
—Aitana, yo también soñé con lo que pasó en esa otra vida.
Me detuve cuando lo escuché.
—Cuando desperté, sentí un