Eva se despertó y se alistó para ir a platicar con su amiga. El tema que debía tratar no sería fácil, pero debía entender que no podía trabajar al lado de Alejandro Mendoza, se sentía culpable, pero sabía que era mejor hablar con la verdad.
Al salir de su habitación y casi a punto de salir de la mansión, su madre la atrapó.
- Eva, hija, ¿A dónde vas? ¿Acaso no piensas desayunar?
- Madre… ¡Perdón, llevo un poco de prisa!
- Hija… - Dijo Martina, sintiendo cómo le clavaban un cuchillo en el corazón. Eva últimamente la llamaba madre, pero sus palabras se sentían más como un compromiso que algo realmente de valor.
- Perdón, madre… Tengo prisa…
- Hija, ayer… - Dijo Martina sin saber cómo abordar el tema de Alejandro.
- ¿Qué pasó, madre?
- Sobre Alejandro…
Eva, al escuchar el nombre, se le erizó la piel. Definitivamente, algo tenía aquel hombre que le daba escalofríos.
- ¿Qué con él?
- ¿Cómo?
- Sí, ayer tú y él…
Eva se dio cuenta de algo, seguramente su madre los había visto, pero antes de qu