Con los primeros rayos del sol, Eva fue despertando, su cabeza y cuerpo le dolían, por un momento olvidó quien estaba a su lado, estiró cada músculo y fue ahí cuando una mano rodeó su cintura que recordó lo que había sucedido, hace apenas unas horas.
Eva abrió los ojos más de lo normal, con movimientos lentos, se levantó de la cama, volteó a ver y, efectivamente, Alejandro estaba ahí, dormía profundamente, las sábanas solo cubrían lo esencial y eso le traía recuerdos de lo que hicieron durante la noche.
Aquello solo provocó que Eva se sonrojara, jamás hubiera imaginado que esto sucedería y menos a vísperas de regresar a México. Si, por la madrugada, lo pensó, pero ahora, con la mente un poco más despejada, se sentía completamente extraña.
Rápidamente, tomo su camisa y se la puso, no quería que Alejandro despertase y la viera desnuda, si, era claro que ya le había visto hasta el alma, pero… Hoy lucía muy diferente y no se sentía preparada para su mirada.
Eva terminó de abotonarse el últ