Mientras Alejandro lidiaba con lo que representaba ser la cabeza de la familia Mendoza. Eva lidiaba con un Augusto molesto, ya que había escuchado cómo su madre tomó la llamada y no lo fue a despertar para que atendiera la llamada de su padre, por lo que se había ido a la cama molesto y luego de ello, al día siguiente se levantó con un humor que le recordaba a su padre.
- Augusto, ¿Qué sucede? ¿Por qué estás de mal humor hoy? -preguntó Eva, sorprendida ante la actitud de su hijo.
- Mamá… ¿Habló ayer, papá? -dijo el niño con el ceño fruncido.
- Sí, pero acababas de dormirte, no creí prudente, despertarte. -dijo Eva tratando de sonar tranquila.
- Mamá, pero cuando el abuelo hablaba, me despertabas, ¿Por qué no quieres que hable con papá? ¿Acaso quieres que no me visite? -dijo el niño molesto.
- ¡Claro que no, Augusto! Es solo que no son horas para llamarte, él debe aprender a llamarte a una buena hora. -dijo Eva tratando de sonar conciliadora.
- Mamá, no sé por qué no quieres que mi pap