Eva miraba por la ventana, mientras sus ojos derramaban lágrimas, ella no podía creer lo que había pasado hace unas horas. Al final, su decisión era inamovible, estaba de acuerdo en que tal vez, su pasado pesaba más de lo que su presente, trabajaría en ello, pero eso no significaba que ella se quedaría con el hombre que a la primera corrió a los brazos de otra mujer.
Maximiliano había cumplido su promesa, ayudó a que su padre quedara en libertad y la ayudó a ella, sí a ella, ya que en el mismo avión donde él volaba para París, ella iba en búsqueda de paz y tranquilidad, al menos hasta que su bebe naciera.
¿Quién podría decirlo? El hombre que un día la intimido era el mismo hombre que hoy le ayudaba a salir de un problema en el que se metió. No era que pidiera un favor, no era que esperara algo a cambio, él lo hacía como un padre protegiendo a su hija, ya que no había sido nada fácil enfrentarse a la ira de su propio hijo.
Eva solo dejaba que cada lágrima limpiara el dolor que llevaba p