- ¿Cómo salió todo? -pregunta Sergio con gran interés.
- Señor, lo más complicado fue llegar a la seguridad del señor Mendoza, de ahí, prácticamente el hombre nos sirvió todo en bandeja de plata. -dijo su jefe de seguridad.
- ¡Vaya! Sabía que el idiota no podría portarse bien toda la vida. -dijo Sergio con una gran sonrisa dibujada en el rostro. – Otra cosa, ¿Sabes cómo está ella?
- Hay algo que tengo que decirle… -dice su jefe de seguridad un tanto temeroso.
- Dime…
- La señorita Díaz… Está embarazada…
- ¿Qué demonios? ¿Cómo es que puede estar embarazada? ¡Maldita sea! ¿No se supone que la idiota lo odiaba?
- Pues creo que el tiempo que pasaron juntos, usted sabe…
- ¡Maldita sea! Una mujer con un hijo ajeno ya no me interesa, pero ella no es cualquier mujer, bien, bien, piensa, piensa… Siempre lo puede perder o ¿No? -dice Sergio con una frialdad que a su propio trabajador no le agradaba.
- Señor, ¿Qué está sugiriendo?
- Los accidentes suceden, mi querido Frank, los accidentes suceden