Luego de que Alana saliera de la oficina, Eva sintió una gran tranquilidad, tanto que suspiró aliviada. Sinceramente, ella no esperaba que Alejandro la defendiera de esa manera, ella aún cargaba con la duda de aquella mujer, ya que se notaba muy cercana a él, más cuando usaba aquellas formas de insinuársele.
- ¿Más tranquila? -dijo Alejandro al ver cómo el semblante de Eva parecía relajarse.
- Si…
- Bien, pues es hora de ir a junta.
Aquella expresión provocó que todo el cuerpo de Eva se tensara, estaba claro que iba a suceder en ese lugar, así que no sería un trago fácil de digerir.
Alejandro por su parte, caminó hacia la sala de juntas tal cual rey de un reino, su seguridad y confianza eran palpables. Al entrar a una sala de juntas, llena de hombres ya mayores, incluso más mayores que su padre, se percató de que ahí estaba él, Maximiliano Mendoza, que se había tomado el tiempo para poder ir a su nombramiento oficial.
A lado de Maximiliano, se encontraba Alana Brooks, quien, en su men