Era una mañana soleada, Alejandro se levantaba y despertaba con suma delicadeza a Eva, quien estaba profundamente dormida en aquella cama completamente desordenada.
La chica sentía que le dolía todo el cuerpo y como no, esa pizza de reconciliación los había llevado a otro tipo de reconciliación que duro hasta casi el amanecer.
- ¡Buenos días, mi vida…! -dijo Alejandro acariciando la espalda desnuda de Eva.
- Buenos días… -dijo Eva con pereza.
- ¿Quieres quedarte en casa hoy? Puedes hacerlo… -dijo el hombre susurrándole al oído.
Aquello le salió de manera normal, ya que veía que Eva no podía ni levantarse; sin embargo, contra todo pronóstico, Eva se fue incorporando, cubriendo su cuerpo desnudo con la sabana.
- No, ¿Qué se dirá de mí si en mi primer día de trabajo falto? -dijo Eva, muy segura de sí.
Aunque lo que no decía con todas sus letras era que, estando ahí esa tal Alana Brooks, no podía bajar la guardia. Eva era nueva en temas relacionados con relaciones amorosas, toda su vida ha