Esa misma noche, Eva ya estaba en el apartamento que por unos días había compartido con Alejandro, se sentía como una completa extraña, no era la misma sensación de calidez que cuando estuvo ahí por primera vez. No sabía si acomodar sus cosas o no, sabía poco de los planes de quien ahora era su esposo, pero algo le había quedado claro con la charla con su suegro, tenía mucho en riesgo.
Tratando de que todo esto no le afectara, tomó un baño, recordó las palabras de Alejandro, que no lo esperara, despierta, fue a la cocina, se hizo un té para relajarse y fue a la que sería desde ahora su cama.
Sentía un gran nudo en la garganta, sabía que la decisión que tomó era la correcta, pero ¿Por qué no se sentía de esa manera?
Unas inmensas ganas de llorar la invadieron, se había sentido sola la mayor parte del tiempo en su vida, pero ahora, esta vez, realmente sentía que no había quien comprendiera lo que sentía o le sucedía.
Luego de dar varias vueltas en la cama, finalmente el sueño la derr