17. Ella era la heredera
—¿Está todo listo para darle la bienvenida a mi sobrinito? —preguntó Ignacio Sandoval al Güero, uno de sus trabajadores más confiables y el encargado de los trabajos sucios.
—Sí, patrón. Tal como ordenó, he asegurado que haya la menor cantidad de personas posible en la mina. Ahora mismo, el joven Santiago está recorriendo las instalaciones; Fidencio le está mostrando la frente larga y el resto de las áreas —respondió el Güero, con una leve inclinación de cabeza.
Ignacio esbozó una sonrisa maliciosa, pero también satisfecha. A pesar de sentir cierto aprecio por su sobrino —el único que lo visitaba en Montenegro— no permitiría que interfiriera en sus planes para convertirse en el hombre más poderoso de la región.
—Ni modo, a mi sobrinito le tocará aprender de la manera difícil que este pueblo no es para niñitos débiles —dijo, con un tono frío.
El Güero soltó una sonrisita burlona antes de añadir:
—También estamos buscando a la hija menor de los Bauer. Mis hombres ya están en la Capital;