Cassian se mantenía oculto entre los árboles, tan quieto que nadie habría podido distinguirlo. Su respiración era controlada, profunda, completamente despierto frente a todo lo que veía a su alrededor.
A lo lejos, los pequeños caminaban brincando entre las raíces.
Sus hijos.
Los observaba desde semanas atrás, siempre desde la misma distancia, desde el mismo ángulo donde su presencia no pudiera dañarlos.
Protegiéndolos.
Cuidándolos sin que ellos supieran.
Cada paso de esos cachorros hacía que algo en su pecho ardiera.
Algo que jamás había sentido.
Pequeños, fuertes, inquietos.
Heredaron de Katherine la ternura feroz.
De él... la intensidad que podía quebrar manadas enteras.
Cassian apoyó una mano en el tronco del árbol, tenso cuando escuchó a uno reír.
Era un sonido puro, que hacía que sintiera como si alguien le hubiera robado el aire.
Se había perdido tanto de sus cachorros que eso lo enloquecía. Él debía haberlos visto crecer pero le habían robado esa oportunidad, había intentado ra