Pov Bastian
Miro el sol que sale por las montañas; no he dormido nada, ni siquiera me he sentado un minuto para descansar.
Ahora entiendo por qué a ella no le gustaba esta manada; teníamos el mismo presentimiento.
—Bastian, encontramos algo más; es mejor que vengas.
Sigo a mi beta hasta el sótano, donde abre una puerta bien escondida.
Al entrar, observo a al menos dos docenas de mujeres, todas con grilletes en sus manos, pies y cuello.
Sus cuerpos son tan delgados que sus vestidos rotos y sucios apenas se sostienen sobre ellos.
—Las tenían aquí para eso— señala las mesas con diferentes tipos de químicos y tubos de ensayo.
—Una de ellas explicó que la Luna compraba las drogas en grandes cantidades para luego ser empaquetadas en pequeñas partes y distribuidas a varias manadas. Y no solo drogas, Bastian, también acónito.
Me masajeo las sienes de tanto pensar. Esto se ha salido de control cada vez más; no sé qué es lo que pretende Guillermo, pero no es nada bueno.
—Parece que la