Capítulo 17: Sangre y tinta.
El Pabellón de Invierno olía a tinta fresca y papel de arroz. La luz del atardecer se filtraba por las celosías, dibujando líneas doradas sobre los pergaminos desplegados en la mesa baja. Aisha, con el ceño fruncido, sostenía el pincel como si fuera un arma, la punta temblorosa sobre el papel en blanco.
— No entiendo — murmuró, frustrada — ¿por qué este trazo va hacia arriba si el sonido es igual que este otro?
Ragnar, reclinado a su lado, esbozó una sonrisa. Sus dedos, habituados a empuñar espadas, se cerraron sobre los de ella, guiando el pincel con una paciencia que pocos le conocían.
— Porque el lenguaje no es justo, pequeña escurridiza — respondió, su aliento caliente rozando su oreja — algunas palabras se escriben con el corazón, otras con la mente.
El trazo quedó imperfecto, torcido como una rama joven, pero era legible. Aisha suspiró, satisfecha.
— ¿Así?
— Así — confirmó él, soltándole la mano — pero no te confíes. Escribir tu nombre es solo el principio.
Ella sonrió, orgullos