Kerem avanzó hacia el salón principal con el gesto endurecido, Lena caminaba a su lado sin soltar su mano. El ambiente de la mansión seguía impregnado de la tensión que Celeste había dejado, pero ahora, con la inesperada llegada del doctor Hemsworth, esa incomodidad parecía transformarse en otra clase de presión, más aguda, más inquietante.
Cuando entraron, el doctor se puso de pie. Era un hombre pulcro, con esa compostura que solo los médicos acostumbrados a dar noticias difíciles sabían sostener. Su mirada se suavizó apenas al ver a Lena.
—Señorita Vallier —la saludó con una inclinación ligera de cabeza—. Es un gusto verla nuevamente.
Lena sonrió con un dejo de timidez, recordando aquel día en que intentó escapar de la mansión y terminó en el suelo, lastimada. Había sido él quien la atendió con paciencia, sin juzgarla.
—Doctor Hemsworth —respondió ella con respeto—. Un gusto verlo otra vez.
Kerem inclinó la cabeza hacia la voz del médico. Su tono fue seco, cargado de esa necesidad de