Cada roce de sus manos le recordaba el dolor, cada beso lo acercaba a su furia contenida y al mismo tiempo al deseo intenso de protección. Lena temblaba bajo su abrazo, pero por primera vez no era solo miedo o dolor: sentía confianza, y un deseo que la invadía sin advertencia, un deseo de permanecer ahí junto a él. Sus cuerpos se ajustaban, el calor y la tensión era casi tangible, cargada de peligro y necesidad.
Kerem retiró el rostro un instante, inhalando profundamente, como si necesitara llenar sus pulmones con la presencia de Lena antes de hablar de nuevo. Necesitaba calmarse, y solo ella tenía la capacidad de lograr que lo hiciera.
Su voz, baja y ronca, se filtró entre ellos:
—Nadie… nadie volverá a tocarte así. Nadie. Yo… me aseguraré de ello —prometió Kerem con la voz más grave. Su corazón latía con fuerza. La rabia que sentía lo impulsaba a obligarla a que hablara. Pero dentro la furia que estaba conteniendo, sabía que para Lena no era fácil. Por su cabeza rondaba el instituto,