Zúrich, Suiza
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Kerem llegó a Suiza en la tarde, el cielo sobre Zúrich estaba teñido de un gris pálido que contrastaba con los últimos rayos anaranjados del sol cayendo detrás de los Alpes. El vuelo desde Londres había sido breve, pero no por eso menos agotador; el cambio de rutina, la distancia de su mansión, el hecho de depender completamente de otros para cada paso en un espacio desconocido lo mantenía en tensión constante. Al aterrizar, percibió el paisaje que pasaba junto al auto con desdén, aunque no podía distinguirlo. Todo era desconocido, y esa ausencia de control era lo que más lo irritaba.
Su llegada a la casa que había comprado para su estancia fue un golpe para su orgullo. Una construcción de un solo nivel, espaciosa, casi minimalista, con muebles cuidadosamente seleccionados para no obstaculizar su camino. No había lujos innecesarios, ni objetos que pudieran tentarlo a tropezar. Pero la amplitud no calmaba su frustración; cada paso dentro de la casa era un recordatorio