El sol de la tarde teñía los pasillos de la universidad con un brillo dorado. Lena caminaba con paso rápido, sujetando los libros contra su pecho y el cabello recogido en un moño improvisado. Había aprendido a llegar siempre unos minutos antes a clase, a ocupar su lugar cerca de la ventana, donde el aire corría más suave y la luz no la deslumbraba tanto.
Aquel día era especial. No porque algo distinto ocurriera, sino porque había pasado ya tres semanas desde que Kerem había terminado con su cirugía.
Esa mañana, Brad, el chico que todos mencionaban por su carisma y su talento coincidió con ella. Él iba dos semestres adelante, pero había una materia optativa que coincidía con su horario. La profesora había propuesto que los alumnos de distintos niveles compartieran ese espacio para trabajos conjuntos.
Cuando Brad entró al aula, el murmullo se apagó por un momento. Llevaba la vestimenta reglamentaria, pero de algún modo su ropa elegante, lo hacía parecer más formal que los demás. Se