Al día siguiente, iba a irme.A las diez de la mañana, el avión despegó. Bruno, como siempre, había pasado la noche en el hospital con Sara. Así que no volvió a casa.Temprano en la mañana, cogí mi maleta y me preparé para salir. Cuando pasé frente a la habitación de Gael, me detuve por unos minutos sin querer.Gael nació prematuro y, desde que era bebé, su salud era muy delicada.Para que siempre tuviera el mejor cuidado y compañía, yo misma me encargué de todas sus cosas: su rutina, sus comidas, su educación, en fin… Nunca contraté a una niñera o a una empleada.Dudé unos segundos, dejé la maleta en el piso y decidí hablarle una última vez antes de irme.Gael no solo tenía la misma cara de su papá, sino también ese carácter firme y distante.Cuando entré, levantó la cabeza del escritorio y solo me dijo:—Buenos días, mamá.Luego siguió muy concentrado en su dibujo.Al ver lo mucho que se parecía a Bruno, le hablé bajito:—Gael, mamá se va. Cuídate mucho, ¿sí?Sin levantar la mirada,
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