Gael, al ser tan pequeño, no alcanzaba a entender bien lo que estaba pasando.
Cuando oyó que yo ya no lo quería, empezó a llorar y a gritar.
—¡Nooo! ¿Dónde está mamá? ¡Quiero a mamáaaa, buuaaa! —gritaba y lloraba sin parar.
Sus gritos desgarradores hicieron que Bruno, que ya estaba mal, se sintiera aún más desesperado y fuera de control.
Él siempre había sido el que jugaba con Gael, pero nunca lo había cuidado de verdad.
No tuvo más remedio que abrazarlo fuerte y no soltarlo, hasta que el niño, agotado de tanto llorar, por fin se durmió en sus brazos.
Pero a medianoche, Gael se despertó otra vez, llorando y preguntando como loco a dónde me había ido.
Bruno lo abrazó fuerte, dándole palmaditas en la espalda e intentando calmarlo.
—Tranquilo no pasa nada… Mamá va a volver. Ella nos quiere mucho, así que va a volver…
Pero Gael no escuchaba nada.
Con la carita llena de lágrimas, seguía sollozando desconsoladamente.
—¡Quiero a mamá! ¡Quiero ver a mamá!
Bruno veía cómo su hijo, que siempre h