Bruno palideció.
Gael sin pensarlo dos veces se lanzó hacia mi hija y trató de jalarla del brazo.
—¡¿Y tú de dónde saliste?! ¡¿Quién te dijo que ella es tu mamá?! ¡¡Ella es mi mamá!! —gritó a todo pulmón.
Mi hija corrió a mis brazos y preguntó, asustada:
—¡Mami! ¿Quiénes son ellos?
Rápido, aparté la mano de Gael y abracé cariñosa a mi hija para tranquilizarla. No me di cuenta de que, al empujarlo, él perdió el equilibrio y terminó en el suelo.
—Tranquila, cariño. No pasa nada, solo son conocidos de mamá —le dije.
Ella, todavía temblando, pero muy educada, saludó con su tierna vocecita:
—Hola, señor. Hola, hermanito.
Gael asustado se quedó sentado en el piso, sin moverse, mirándome mientras yo consolaba a mi hija. Sus ojos se llenaron de rabia.
—¡Mamá me empujó por tu culpa! ¡Antes mamá solo me quería a mí! ¡Esto es tu culpa! —gritó, señalando a mi hija—. ¡Tú eres una ladrona! ¡Me quitaste a mi mamá!
Abracé con dulzura a mi hija para protegerla.
Miré a Gael y le advertí seriamente:
—Sé