238. El Fantasma en mi Cama
La noticia de la nueva amenaza cayó como una bomba. Un nuevo conflicto en fila de espera pero, en lugar de hundirlos, les había dado un nuevo propósito. Un objetivo renovado.
Para ella, el dolor era una distracción que no podía permitirse. Su duelo era la acción. La venganza era su forma de llorar, no solo por Selene, sino por la chica que ella misma había sido, la que había creído en un amor que ahora solo existía en los márgenes de una conspiración.
Florencio, por su parte, intentaba seguirle el ritmo. Se obligaba a concentrarse, a analizar los datos, a pensar como el estratega que era. Pero su mente era un campo de batalla. Cada nombre que leía en los archivos de su padre, cada rostro en una vieja foto, lo llevaba de vuelta a ella. Recordaba las conversaciones en la cabaña, la forma en que Selene analizaba el mundo, no con lógica, sino con instinto. Y se encontraba a sí mismo preguntándose: «¿Qué haría ella? ¿Qué vería ella en esto que yo no puedo ver?»
Se había convertido en su