239. Verano del '28
La Estancia Lombardi, que había sido una tumba de recuerdos, se transformó en el laboratorio de una venganza.
El dolor de Florencio no desapareció, pero mutó. Se solidificó, convirtiéndose en el combustible frío y oscuro que ahora alimentaba cada una de sus acciones. Ya no había whisky sobre el escritorio. No había autocompasión. Solo había un plan. Un plan tan vasto y tan complejo como el imperio que pretendía destruir.
La alianza con Platina no era de palabras. Era de trabajo. Se convirtieron en dos espectros que rara vez dormían, encerrados en el estudio de Leonardo, rodeados por los fantasmas de su pasado y los planos de su futuro. El aire olía a café amargo, a papel viejo y a la electricidad estática de dos mentes brillantes trabajando al unísono.
Platina era la arquitecta implacable. Con una paciencia de arqueóloga, desenterraba los secretos de Leonardo. Se sumergió en los servidores encriptados, en las cuentas offshore, en las transcripciones de llamadas olvidadas. Trazaba l