El silencio que siguió a la orden de Selene fue más denso que cualquier oscuridad. Mar se quedó paralizada, el color drenándose de su rostro, sus ojos fijos en Selene con una expresión de pánico y traición. Su santuario digital, el único lugar donde se sentía poderosa, donde era la cazadora y no la presa, estaba a punto de ser profanado, expuesto ante la mirada fría del hombre que era el objetivo de todo su veneno.
—No… no podés hacerme esto, Sely —susurró, su voz un hilo roto.—¿No puedo? —replicó Selene, su calma una muralla de hielo—. ¿Después de que jugaras con magia que casi nos mata a todos? ¿Después de que te aliaras con Elio? ¿Después de que tus acciones nos trajeran a este punto?—Pero Sely, yo nunca me he visto con Elio. Ni siquiera le conozco la cara, solo escuché su voz